
“A veces los muertos son tan codiciosos como nosotros”. Carlos Marcos y José María Marcos , Muerde muertos (quién alimenta a quién…)
Por lo general, los libros defraudan. Admitamos eso. Aproximadamente, de diez libros que uno lee, siete decepcionan y se encaminan al olvido, dos gustan y permanecen por algún tiempo en nuestra memoria (con un poco de suerte, los años pasan sin despojarnos de sus títulos) y uno (o ninguno) hace sentir que realmente valió la pena leerlo. Ése se queda en un lugar preferencial de nuestra biblioteca, y no por su espacio físico (que comparte indistintamente con otros), sino por la atracción que ejerce a nuestra mirada, siempre atenta a su lomo, con la intención (y esperanza) de volver a sus páginas en cuanto se disponga del tiempo suficiente. Esos son los libros-excepciones que nos hacen recordar por qué elegimos dedicarnos a la literatura. Muerde muertos (quién alimenta a quién…), de Carlos y José María Marcos , es uno de esos libros.
De ellos dice Orbañeja: “Hasta principios de 1800 los
Esto será lo primero que se sepa de los muerdes muertos, pero no será lo único. A medida que la historia avance y las cartas se sucedan, la búsqueda se irá complicando y la realidad misma, o al menos lo que nosotros entendemos por “realidad”, se verá afectada. No diré más para no arruinarle al lector la posibilidad de disfrutar de este libro.
El hecho de que se trate de una novela epistolar no es inocente. Por un lado remite a lo más clásico del género (Drácula), mientras que por otro plantea una inadecuación a los tiempos que corren, devolviendo un poco de magia a una época en la que el uso del papel es anacrónico y, por qué no, culposo. Aquí reside, en parte, lo satisfactorio de esta novela: los amantes de los libros se introducirán en un mundo en el que lo importante es, justamente, un libro, por el que las personas darán su vida. Hasta la escritura de Orbañeja y Figueras Yrigoyen, plagada de metáforas y de una precisión poética exquisita, da cuenta de ese desajuste respecto de un mundo que se mide por caracteres.
En Muerde muertos , entonces, lo importante es un libro. Y al momento de recomendar, lo importante es Muerde muertos. Estamos frente a una novela que le hacía falta a la literatura argentina, desbordada por un realismo de carácter social y empalagada con un fantástico limpio de sangre que apenas sobrevivió al siglo XX y subsiste en el XXI arrastrándose en la pluma de algunos pocos escritores.